La teoría de números y más particularmente el Teorema de Fermat-Wiles tienen y tendrán por siempre una deuda con los matemáticos Japoneses del siglo XX.
Es quizás por eso, que nuestro pequeño libro para niños, no ha tenido en Europa, la repercusión que tuvo en Japón, donde ha sido un verdadero fenómeno de masas.
Para comprenderlo habría que remontarse a la postguerra mundial, cuando las facultades de matemáticas de Japón estaban en la situación de abandono y derrotismo que inundaba el país, hasta el punto, que llevó a la grupos de estudiantes a elaborar los planes de estudio y a crear academias paralelas dentro de la Universidad, germen de la matemática moderna japonesa.
Uno de los estudiantes más activos de aquella época fue Yutaka Taniyama que según su compañero de investigaciones y amigo Yoko Shimura, se caracterizaba por tener grandes dotes intuitivas propias de su genialidad, y, por ser un investigador del buen comportamiento matemático y por ende, en todos los aspectos de la vida.
Entre ambos crearon la Conjetura de Taniyama-Shimura, un verdadero puente entre dos islas distantes de las matemáticas, que proporciona en una, las herramientas avanzadas de cálculo de la otra. Por si lo queréis saber las dos ramas que se unieron para siempre fueron las Ecuaciones Elípticas y las Formas Modulares.
La muerte en circunstancias trágicas del joven Taniyama está inmersa en el ambiente de pesimismo que se vivió en Japón en la segunda mitad del siglo XX.
Andrew Wiles tras décadas de esfuerzo pudo al fin demostrarla en 1993, y como recompensa, se obtuvo una importante consecuencia, la demostración del Teorema de Fermat-Wiles.
Yoko Ogawa, recrea en su libro la vida de un profesor de matemáticas de la misma especialidad que Taniyama, que también sufre un accidente, tras el cual, adquiere una extraña enfermedad de su memoria, no puede recordar más de 80 minutos, lo que le obliga a contratar a una cuidadora…
Con estas premisas, la escritora hace un retrato de la sociedad japonesa actual, con el estilo literario más tradicional.
Por Francisco Orti Navarro