De nuevo la polémica en torno a la IA está servida, en los últimos días Bill Gates y el británico Geoffrey Hinton, uno de los grandes pioneros en el desarrollo de la inteligencia artificial (IA), se manifiestan para pedir prudencia ante los grandes avances que están proporcionando los programas de IA.
Hinton pide que los códigos en los que están escritos dejen de ser cajas negras imposibles de controlar y Gates que se tenga responsabilidad y planificación en su uso, ya que en manos de desaprensivos podría suponer la ruina de los sistemas financieros de los países en beneficio de las grandes corporaciones.
Uno de los sectores en el que en el futuro se alcanzará un mayor impacto será en los sistemas educativos de los distintos países. ¿Reemplazará la IA a los profesores o, según aseguran la mayoría de expertos, esta tecnología será utilizada para complementar y mejorar la educación en todos los niveles?
Dicho de otra forma, ¿sucederá como en el caso del cambio climático, que lleguemos a un punto de no retorno en el que sea imposible reaccionar, o se impondrá el sentido común, y se establecerá una planificación que supongan unas sociedades futuras más civilizadas? Como parece lógico, en último caso, siempre podremos desenchufar los ordenadores, o no. Recordemos que en Matrix hubo que regresar del futuro para poderlo hacer.
¿Y cuál debería de ser nuestro papel ante todo este catastrofismo?
En mi opinión, no cabe duda de que un papel activo, como en todas las situaciones, más o menos dramáticas en las que se ve involucrado el ser humano. No podemos dejarnos llevar por el devenir de los acontecimientos, y menos en esta situación, en la que está en cuestión la validez y necesidad de nuestra profesión, evidentemente no por la profesión en sí, sino por que una gran mayoría de nosotros somos conscientes del significado de la palabra vocación.
Luchar contra esta nueva moda directamente no es un camino. Existen demasiados intereses y suficientemente bien fundados, como para que cualquier posicionamiento en contra no sea considerado como una actitud corporativista y reaccionaria.
La alternativa no es otra que la de siempre, y se resume en la siguiente pregunta ¿Cómo podemos hacer que la IA se ponga a trabajar para nosotros?
Especificando un poco más y dejando de lado las respuestas triviales referentes a los trabajos mecánicos y burocráticos, e incluso a los que proporcionan materiales específicos para cada estudiante en función de sus capacidades, de sus saberes básicos y su tipo de inteligencia, ¿Qué clase de preguntas hay que hacer a un programa de IA para que nos ayude a evitar que el alumnado abuse de la IA?
Para terminar, estimado miembro de la comunidad educativa, ¿quién te dice que este artículo en defensa de un buen uso de la IA para la educación, no ha sido escrito por chatGPT?
Por Francisco Orti Navarro